¡¡¡HOLA, HOLA!!! Aquí os traigo la continuación de
Pecuniam et Avaritia ^^ ¡¡¡¡espero que os guste!!! Y ya sabeis... de ahora en adelante una nueva entrada cada
miércoles ^^ BSS
-Chi… ¡Hip!... Y
entonces llegó ¡Hip!... Mi madre y me dijo ¡Hip!... ¡No juegues con la
comida!!!- Carlo se rió
escandalosamente.
-Mi querido
Carlo, ¡qué gracioso eres!- gritó la mujer que había hecho que bebiera durante
horas. Ahora él no podía ni tenerse en pie, y lo manipularía a su antojo.-Y
mira qué gracioso es también este papel que pone que firmes, haríais una buena
pareja. ¿Por qué no se lo demuestras firmándolo?- añadió ella.
-Mi padre me
dijo ¡Hip!... que nunca firmase ningún
papel ¡Hip!... sin haberlo leído. Pero
ahora ¡Hip!... no puedo leer, así que
¡Hip!... dámelo y lo firmo. ¿Le caeré bien, al
papel?- preguntó, completamente ebrio.
-Claro, tú le
caes bien a todo el mundo- dijo, completamente zalamera. Mientras lo firmaba,
ella pensó en la cantidad de dinero que aquella firma implicaba.
-Bueno, esto ya
está. Ya somos amigos, el papel y yo- dijo Carlo, ajeno a los pensamientos de
su acompañante. Se lo entregó a la chica.
-Muchas gracias,
Carlo. Ahora me temo que debo irme, ha sido un placer pasar este rato contigo.-
se despidió con la mano, sacudiéndola, seguido por un largo beso que nada tenía
de verdadero. Carlo se tumbó en la cama, ajeno a la sentencia que acababa de
firmar.
A la mañana
siguiente Carlo se levantó con un fuerte dolor de cabeza. No recordaba nada
desde que empezó a beber vino con una señorita muy bella que había ido a
visitarle. De pronto unos golpes en la puerta hicieron que se quejara por el
dolor. Fue a abrir la puerta y se encontró con Paulo Farinelli.
-Buenos días
señor Broschi ¿Disfrutó del resto de la noche?-Preguntó con un toque de maldad
en la voz.
-Si, eso creo,
tengo los recuerdos un poco borrosos.
-Oh, qué pena,
entonces ¿no se acuerda de su amigo el papel?
-¿Mi amigo el
papel? ¿De qué me habla?
-¿No se acuerda?
El contrato que declaraba que yo sería vuestro representante, y por lo tanto,
vos deberéis actuar cuando yo os lo ordene. Me alegra mucho que al final
decidieseis hacer lo correcto. Haré que
vuestra fama y dinero solo vayan en aumento. Por cierto, desde este instante os
llamaréis Farinelli, en honor a mi célebre apellido. Vuestra próxima actuación
será en Roma, en el teatro Giovanni cantando la canción “Pecuniam et avaritia”.
Partiremos hacia nuestro destino en un par de días. Mientras tanto disfrute de
su tiempo libre.-Dicho esto se fue dejando al nuevo Farinelli asombrado.
***
Una mujer tan
hermosa como letal se encontraba en una de las más prodigiosas escuelas de
violín de toda Italia. Había decidido donar, al mejor violinista, un valioso
instrumento que había adquirido recientemente. Cuando el chico aceptase le
harían firmar un contrato con e que le controlarían la vida. Y esa vida, juntada con el talento
de otra, les haría enriquecer. Llamó a la puerta, se dio los últimos retoques
en los labios y esperó. Se oyeron unos pasos al otro lado y se abrió.
-Buenos días,
señorita Margarethe. ¿Qué tal le van sus asuntos?- preguntó un hombre regordete
con cara agradable.
-Muy bien,
muchas gracias, señor Piscolini. Venía por el asunto del nuevo violinista. Creo
que promete, ¿no es así?- preguntó Margarethe con fingida inocencia.
-Sí, señora. El
chico es una auténtica maravilla, y
cuando toca, uno siente que los mismísimos ángeles están cantando. Pero no
sigamos hablando de él. Pase adentro, y usted misma lo comprobará.
-Es usted muy
amable. Me sentiría muy agradecida si me lo presentase. Pero antes déjeme oírle
tocar.-Dijo entrando en la sala y mirando fijamente a un muchacho, que, si de
verdad era un espléndido artista tocando el violín, su camino y el de esa mujer
estarían cruzados. Margarethe se sentó en un sillón y calló esperando que el
joven empezara a tocar.
***
Jamás había oído
hablar sobre esa ópera así que había ido a preguntar en librerías cercanas y
otros lugares en lo que pensó que podrían darle la información que necesitaba.
Era una canción poco conocida que, según le dijo el primero de los que
preguntó, forzaba al máximo las facultades vocales del artista. Poco a poco se
iba enterando de que iba la letra de la ópera. Trataba de un avaricioso rey que
quería reunir el mejor ejército jamás visto para dominar muchos territorios y
hacerse inmensamente rico.
Ya en sus
aposentos, recogía todas sus pertenencias para partir hacia su próximo destino,
Roma. En ese momento llamaron a la puerta y una voz masculina le informó de que
había llegado su carruaje. Farinelli con un suspiro de resignación y salió de
la habitación, dando al hombre sus maletas para que se las llevara.
Al entrar en el
carruaje vio que no iba vacío, un joven de unos quince años que portaba un
violín en sus manos, se encontraba
dentro. Farinelli se sentó en frente de él y esperó a que el carruaje se
pusiera en marcha para empezar a entablar una conversación con su acompañante.
-Buenos
días.-saludó cortésmente.-Me llamo Carlos Broschi, perdón, Farinelli.-Se
corrigió rápidamente al recordar que Paulo le cambió el nombre, por culpa de ese contrato en el que fue
engañado para que lo firmase su vida le pertenecía para siempre. El joven se
tomó su tiempo antes de hablar.
-Yo me llamo Giovanni Perotti, violinista.-Añadió al ver que se
quedaba mirando la funda del violín con especial interés. Farinelli no dijo
nada al respecto, seguramente Giovanni, al igual que él, tenía como
representante a Paulo y actuaría en Roma.
Llegaron
a su destino horas mas tarde. Allí se encontraron con su representante, el
señor Paulo, que les avisó de que se alojarían en una mansión que estaba en
su propiedad. Los músicos le pidieron
que les dejara irse a sus respectivas habitaciones dado que estaban agotados
por la pesadez del viaje. Él aceptó encantado pero les avisó de una cosa que
dejó a ambos estupefactos. Los dos representarían juntos dentro de un par de
semanas “Pecuniam et Avaritia” en el teatro Augusteo. Los dos artistas se
miraron, sorprendidos. Nunca antes habían hecho una actuación junto a otra
persona, sus talentos eran tan excepcionales que nadie permitía que tocaran a
conjunto. Todavía anonadados cada uno entró en su respectiva habitación para
descansar. Seguramente esos días serían bastante duros para ambos.
Los días pasaron y Farinelli y el joven
Giovanni por cada segundo que pasaba se sentían más nerviosos. Ensayaban día y
noche hasta que el agotamiento les obligaba parar. Con los días el castrati y el violinista
estrecharon lazos. Los dos eran jóvenes promesas de la música y ambos lo
sabían. A dos jornadas de la gran noche Farinelli y Giovanni tras un duro día
de trabajo oyeron una conversación entre Paulo y Margarethe, la mujer que había conseguido que los dos
condenasen su vida al firmar el documento que les entregó. Hablaban sobre cómo
conseguirían que hasta los nobles pagaran grandes patrimonios por escuchar a
ambos músicos. Haciéndose así más poderosos que ningún otro ser humano.
Haciendo que hasta los mismísimos reyes se arrodillaran ante ellos. Solamente
debían manipular sus pensamientos logrando con la música más bella que perdieran
toda su capacidad de elección y se hicieran adictos a ella. Ante lo escuchado los
dos músicos decidieron maquinar un plan con el fin de acabar con el objetivo de
Paulo y Margarethe. Esa noche hablaron largo y tendido sobre el final de la
carrera de Paulo y satisfechos se fueron a dormir tranquilamente, su plan se
llevaría acabo dentro de dos días, hasta la fecha solo podían actuar con
normalidad sin levantar sospechas.
La noche
esperada llegó con prontitud y todos estaban expectantes por la actuación que
se llevaría acabo en el teatro Augusteo. La tensión era palpable en el
ambiente. Paulo sonreía pensando que su plan era imparable y que dentro de muy
poco todos aquellos que estaban sentados en el teatro esperando a que empezara
el espectáculo lo alabarían como a un Dios.
Farinelli y
Giovanni esperaban nerviosos a que les mandaran al escenario, no podían cometer
ni el más mínimo errar si querían que su plan saliese victorioso. Como la
última vez, Farinelli tembló al oír que debían salir ya, pero otra vez se llenó
de coraje y salió al escenario en compañía de Giovanni, que portaba el lustroso
violín escarlata.
Ya en vista del
público, todos los murmullos y aplausos se acallaron para dejar paso a una
melodiosa sinfonía. El conjunto de estos grandes músicos hizo que a todos los
presentes se les ablandara el corazón y que varias lágrimas surgieran de sus
ojos. El señor Paulo ya estaba imaginando todas las riquezas y el poder que
obtendría con más nitidez, ya pensaba que todo estaba hecho y que su plan había
cumplido con su cometido cuando de pronto, la letra de la canción comenzó a
cambiar. Farinelli ya no cantaba sobre un rey avaricioso que intentaba
conquistar el mundo a base de derramar sangre de gente inocente a manos de su
ejército, no, estaba cantando sus planes, desvelando así todos sus secretos,
haciendo que el plan que creía perfecto se rompiera en mil pedazos. También el
sonido del violín había cambiado, su tono inicial había sido suave, calmado,
ahora el sonido era violento, casi desesperado. Los espectadores poco a poco
fueron dándose cuenta de que lo que los jóvenes artistas estaban interpretando
no era ficción, sino la realidad. Paulo miró a los dos músicos, sabía que ellos
eran los culpables de que su plan se
hubiese desmoronado, pero, incluso habiéndole hecho eso, no podía dejar de
pensar en lo maravillosos que eran. Cada
uno a su manera pero en el mismo territorio, Mientras miraba embelesado hacia
el escenario donde creyó que surgiría su poder los guardias del teatro lo
apresaron.
Farinelli y
Giovanni al terminara fueron golpeados por una estampida de gritos y aplausos
que les alababan. Estos con una sonrisa en la cara por haber logrado que los
planes de Paulo se volvieran contra él y por la gran actuación que habían hecho
esa noche, salieron del escenario, sintiendo que por fin su vida les volvía a pertenecer.
Lo que sucedió después.
Margarethe fue
arrestada en la frontera que separaba Italia de Francia. Junto con Paulo fue
condenada a muerte por incumplir las leyes e intentar hacerse con el máximo
poder.
Giovanni y
Farinelli, tras la actuación, siguieron caminos distintos y no se volvieron a
ver.
Farinelli se
casó con una joven heredera y convirtió en el castrati personal de la Corte
Francesa, donde vivieron durante muchos
años hasta que se dieron cuenta de que sus vidas estaban llegando a su fin y volvieron a Italia donde pasaron el resto de
sus días en una gran villa a las afueras de la capital. Carlo Broschi se quedó
con el pseudónimo que le puso Paulo como recuerdo de una de las etapas más
difíciles de su vida.
Giovanni poco
después de la gran noche tuvo un encuentro con Nicolo Bussoti. Tras una larga
conversación Giovanni le entregó “El Violín Rojo” a su verdadero dueño, pero no
dejó de tocar. Tuvo mucho éxito en Inglaterra y murió por culpa de una
enfermedad años después de haber formado una familia.
Aunque estos músicos no se volvieron a ver, los
recuerdos de esa noche perduraron en sus cabezas hasta que sus vidas llegaron
al final de su camino, la muerte.
Espero que os halla gustado esta pequeña historia que escribí para un concurso con mi prima. No ganamos porque nos pasamos de la extensión pero lo presentamos a otro y ¡¡¡GANÓ!!!