Vacía, Sola y Condenada.

Los latidos de su corazón están contados. A cada segundo transcurrido su cuerpo se vuelve más débil. Las lágrimas que derrama ya no la pueden ayudar, no existe nadie capaz de librarla de ese terrible final al que está condenada. La soledad es su única compañía. Deambula nostálgica por los corredores de los recuerdos regalando tristes sonrisas al viento.

+Te lo advertí.

-Nunca quise llegar a este extremo.

Discute largas horas con su conciencia hasta caer rendida. Las visitas son escasas. Nadie puede soportar su presencia sabiendo su final.

Su vida está vacía, se ha vuelto monótona. Su hogar son los blancos y solitarios pasillos de la clínica. Desea compañía más que nada, piensa que le dará fuerza para seguir luchando. Todavía hay una pizca de esperanza en su interior. Una luz que poco a poca se va consumiendo dejándola a merced de la oscuridad.

Los últimos rayos de sol se desvanecen, el viento danza alrededor de su ventana. Ella se encuentra observando el exterior, deseando ser cualquier persona menos ella.

De pronto alguien llama a su puerta. Ella siente como la abren. Se vuelve lentamente sabiendo quien es su visitante.

+Estoy intentando cambiar, en serio-la desesperación es notable en su voz. La señora vestida de negro la mira sin un ápice de pena.

-Ya es tarde. Demasiado tarde-Y el corazón de la joven deja de latir para siempre.