Amasé el fuego con mis propias manos.
Las leguas rugían con vigor mientras se alzaban en un violento vals a mí alrededor.
Su sofocante calor me golpeaba intentando destruir cada vestigio que aguardaba
dentro de mí. Mi único fin era la verdad por muy dolorosa que fuera.
Escarbé sus puntos débiles
enfrentándome a él en un acto suicida. Sus llamas ardieron con más fulgor
burlándose de la fragilidad a la que fui condenada de nacimiento.
Sus leguas atravesaron mis labios
quemándome la garganta hasta llegar a mi corazón. Comenzó a danzar y luego, se dio
al ataque.
La quemazón cada vez era más
palpable. Estaba ardiendo por dentro y la desesperación era mi única amiga en
ese frenético momento.
Bajo tus ojos un grito escapó salvajemente
de entre mis labios.
No podía llorar. Las lágrimas
eran evaporadas en el mismo instante en el que comenzaban a crearse.
Sintiendo cada célula de mi cuerpo arder me di cuenta de cuan dolorosa podía llegar a ser la verdad...
... y sobretodo, el error que había cometido al enfrentarle.
Había jugado con fuego y me había
quemado.
2 comentarios:
Me ha encantado el texto.
guau que gran enseñanza la ultima frase, quien no se quemo jugando coon fuego?
Un beso!! May R Ayamonte
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