Capítulo 2

Le observo con miedo pero ocultándoselo con una máscara de enfado. No podía dejar que él pensara que era una presa débil y aterrada.

Neo me observa sin decir palabra alguna. Ambos nos batimos en un duelo de miradas del cual ninguno sale vencedor.

-Karen, veo que sigues igual que siempre.

-¿Qué quieres?-pregunto bruscamente, desconfío de él claro está pero… ¿quién no lo haría en mi situación?

-E igual de desagradable por lo que veo-añade con un tono de desprecio que me obliga a mirarle con repugnancia. Pero aun saliendo mi parte valiente y enfurecida al exterior no consigo exterminar el miedo que yace dentro de mí escondido bajo mil llaves que no tengo previsto abrir.

Carlota ni siquiera nos mira. Ha vuelto a desviar su atención hacia el libro de biología. Nunca le he echado en cara que no me defienda, soy yo la primera que la obliga a prometer que no se meta jamás en ninguna de mis discusiones.

-Vengo a informarte de que mi padre ha dicho que quiere verte. No hagas lo de la otra vez y acude a la cita-un nudo se forma en mi garganta tras sus palabras. Le observo para que se dé cuenta de que no me ha pasado desapercibido el determinante posesivo que ha utilizado en la frase y que es técnicamente erróneo.

Tras lo dicho se da media vuelta y se aleja. Gracias a Dios hoy estaba de buen humor y no ha empezado con una discusión ni ha metido a Carlota en la conversación.

Ella, tímidamente, levanta la mirada hacia mí cuando oye los pasos de Neo alejarse de nosotras.

-¿Qué crees que querrá de ti?

-No lo sé, pero a mi madre no le va a hacer ninguna gracia-es en lo único en lo que estoy completamente segura.

-¿Y vas a ir?-la sonrío al sentir que su voz comienza a fallarla debido a que no sabe si hace bien o mal en preguntarme.

-¿Tú qué crees? No tengo opción, nunca la he tenido.

***

A veces las cosas no son como aparentan ser. Nunca he creído en el destino, pienso que cada uno ha forjado su futuro con sus actos y palabras. Tampoco juzgo sin conocer, cada lágrima puede esconder una escalofriante historia.

Dejo correr el agua del lavamanos mientras observo mi reflejo en el enorme cristal que hay en el baño. La palidez de mi tez hace resaltar las ojeras bajo mis verdosos ojos. Mi oscuro cabello cae en ondas perfectamente irregulares por mi espalda produciéndome un agradable cosquilleo en la nuca.

Yo mismamente sé lo que es ser juzgada sin razón alguna, escondiendo una historia terrorífica al resto del mundo.

Suspiro resignada y me dirijo a la salida. He estado pensando en lo dicho por Neo y sigo pensando que no tengo opción.

***

Mi madre no ha estado por la labor de ayudar. Me ha prohibido salir de casa y verme con ese hombre. Qué más quisiera yo poder cumplir su castigo sin poner impedimentos, pero lo dicho anteriormente, esta vez no puedo faltar.

Así que decido aprovechar el momento en el cual se va a dar una ducha para desaparecer por la puerta de casa. El viento gélido azota mi cara provocando instantáneamente que los colores suban a mis mejillas.

La curiosidad me carcomía por dentro, después de todo,  ¿qué podría querer mi malévolo padre de su hija bastarda?